En las cercanías de la aldea de La Tosquilla, en una zona muy umbría donde ne invierno la escarcha es permanente, se encuentra este precioso puente de un solo ojo que salva el Barranco de Las Eixaringas que en este punto se denomina como Barranco de Rocinés, el cual según Rizos Jiménez, procedería etimológicamente de que en este lugar se arrojarían las carroñas de los rocines y demás caballerías. Hecho en su totalidad en piedra, como se dice en la zona, tosca (toba en castellano) muy abundante en la zona, con unos grandes sillares mayoritariamente bien escuadrados y trabajados rejuntados con argamasa, conserva aún tímidamente su empedrado original realizado con cantos del barranco, los sillares de las barandillas son los más deteriorados algunos de ellos incluso perdidos. Sus dimensiones no son para nada llamativas con unos 12 metros de largo por 2,5 de ancho y 7 de alto, pero no es eso lo que lo hace ser querido y especial sino la armonía que transmite y el entorno en el que se encuentra. Posiblemente importante en su tiempo, hoy está siendo devorado por malas hierbas que favorecen un ruina inminente. Posiblemente, según fuentes, sus orígenes se remonten incluso a antes del periodo románico, aunque parece lógico pensar que si la aldea a la que da acceso ya es mencionada en 1184 posiblemente ya estuviera en pie para esas fechas. Y tal y como en un principio sirvió, sirve aún hoy de paso de ganado y algún que otro caminante despistado.
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